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tim keppel (nuevo méxico)

La vida secreta

(Fragmento)

 

Diego regresaba a Cali en un Bolivariano. Se había salido corriendo diez años antes a causa de un problema con una muchacha, y ahora volvía a visitar a su madre moribunda. Cuando el bus entró a Cali reconoció el aire tibio, el olor a mangos maduros, las acacias con hojas como plumas, el silbido del vendedor de mazamorra. Los recuerdos liberaron una oleada de sensaciones agradables que fue reemplazada por un bajonazo, cuando salieron a flote los acontecimientos que sacaron su vida de curso.

 

A los dieciocho Diego era un muchacho inmaduro, hijo único de una madre sobreprotectora y un padre desconocido. Algo torpe y nada atlético, no le había ido bien con los deportes, y luego, cuando su cara fue invadida por el acné, no le fue bien con las mujeres. Fue un estudiante mediocre hasta que descubrió su talento para los idiomas, gracias al cual consiguió trabajo enseñando inglés en su primer año de universidad. Cuando supo que el instituto para el cual trabajaba exigía que dictara clases a domicilio, se entusiasmó con la posibilidad de conocer a una muchacha. Pero sus primeras pupilas no eran nada atractivas, o vivían rodeadas de familiares, o tenían un perro enorme que esperaba la llegada de su pierna para satisfacerse sexualmente.

 

 Tenía dieciocho y aún era virgen, y el sexo empezó a convertirse en una obsesión. Su computador vivía plagado de virus por sus constantes visitas a los sitios web de pornografía. Había visto tantas cosas extrañas y perversas que empezó a pensar que eso era lo usual, incluso lo aceptable. Se masturbaba en los probadores de los grandes almacenes, en los buses, e incluso una vez cuando descubrió un hueco en el oso de peluche de su primita. Todas las mujeres lo excitaban: las obesas de grandes senos, la maestra de inglés con cara de caballo, la niña retrasada que saltaba la cuerda en el barrio con shorts apretados. Arturo, su mejor amigo (en realidad su único amigo), con quien compartía su afición por los videojuegos y el porno, lo molestaba por su falta de experiencia y lo espoleaba constantemente. —¡Dale! —decía Arturo—. Cómete una de tus estudiantes feas, o al menos el perro —y soltaba una carcajada estridente—. Enséñales a decir Fuck me, fuck me! Ni se van a dar cuenta.

 

Tim Keppel.

Escritor y docente de la Universidad del Valle. Autor de los libros Alerta de terremoto (Cuentos); Cuestión de familia (Novela); y ¿A dónde vas? (Cuentos). Sus cuentos, crónicas y reseñas han sido publicadas en El Malpensante, Número, El Espectador, Arcadia, Odradek y Revista Universidad de Antioquia, entre otras.   

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