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hernán lara zavala (Ciudad de MÉXICO)

Pascua florida

A Rubén Solís

 

Alvarito se encontraba muy preocupado. Antonio, su jefe y dueño de la tienda La Embajada en donde él servía como secretario, había salido desde las diez de la mañana en compañía de uno de sus primos de la Ciudad de México y todavía no regresaba a pesar de que ya eran más de las ocho de la noche y estaba a punto de cerrar. En el transcurso del día pasaron los de Sabritas, los de Bimbo, los de Coca-cola, los de Gamesa e incluso el agiotista del pueblo, el señor Chávez, al que le debían tres mil pesos y que fue a cobrar sus intereses sin que Álvaro pudiera darle ni un centavo pues tenía órdenes expresas de no pagar nada a menos que Antonio lo hubiera indicado previamente. Disculpándose despidió al último cliente, hizo el corte, guardó el dinero bajo llave y salió a indagar en dónde diablos podría encontrarse Antonio que jamás se ausentaba tanto tiempo sin avisar. Como sucede en los pequeños pueblos, Alvarito empezó a preguntarle a la gente si no lo habían visto. “Lo vi en La Vencedora como a eso de las tres”, le contestó algún conocido con sonrisa socarrona. “Estaba tomando los tragos con un primo de México que creo es escritor”, comentó. Qué raro, se dijo Alvarito para sí, no creo que todavía esté allí pues Samuel Cervera siempre cierra antes de las seis. Y en efecto, llegó a La Vencedora y la cantina ya estaba con la cortina bajada y en silencio. Con mucha pena se dirigió a la casa de Samuel y tocó en la puerta. Le abrió la esposa y cuando Alvarito preguntó por él la señora le dijo que ya estaba dormido pues había tenido un día muy pesado. “Se trata de algo urgente”, comentó Alvarito. “Mucho le agradeceré si me permite hablar con él aunque sea un momentito”. De mala gana la señora se internó en la casa y al poco rato Samuel salió en calzoncillos, ojeroso y despeinado. “Me acabas de joder la siesta”, le dijo sin mayor averiguación. “Qué quieres”. “Supe que Antonio estuvo en tu cantina y quería preguntarte si no sabes a dónde fue. Estoy preocupado porque tiene diabetes, sufre de presión alta y el doctor le tiene estrictamente prohibido tomar así que me temo que le pudo haber pasado algo.” “Pues cuando yo cerré ya andaba bien chumado”, dijo el otro. “Es más, se fue con la botella de Holcatzín en la mano rumbo al panteón pues quería que su primo visitara las tumbas de sus abuelos.” 

Novelista, ensayista y docente. Estudió licenciatura en letras inglesas y  maestría en letras  españolas en la UNAM. Algunas de sus obras son: De Zitilchén (Cuentos); Las novela en el Quijote (Ensayo); Península, península (Novela que le ha valido varios reconocimientos); Después del amor y otros cuentos; El guante negro y otros cuentos.  

 

 

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