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Gabriela Alemán (río de janeiro)

Río de Janeiro. Narradora. PhD en cine Latinoamericano.

 

Convocada al evento Bogotá 39. Poso Wells, Body Time, Fuga permanente, Zoom, Maldito corazón, Álbum de familia, La muerte silba un blues son sus libros publicados.

 

También ha editado textos en Colombia, Perú, Cuba, Paraguay, Uruguay y España. Obtuvo el Premio Ciespal a la mejor crónica, publicada en 2013.

El extraño viaje (fragmento)

 

 

Pensé que ganaría un poco de dinero, nada más. Que gracias a esa invitación a su oficina y su propuesta, que acepté de inmediato, podría guardar unos sucres en el banco. Nadie me pondría en falta por eso pero dado que luego ocurrió lo que ocurrió, alguien podría. Alguien podría cuestionar qué tenía en la cabeza cuando acepté. Porque fue un hombre —no un anciano senil ni un niño displicente— el que dijo que sí a la propuesta. Pero, si eso era verdad, también lo era que no tenía nada en la cabeza. Cuando uno no está acostumbrado a recibir algo, tampoco lo espera. Tomé la oferta por el valor que tuvo en su momento y ese solo era de orden monetario. Podrían reprocharme porque no era del todo ético lo que se me propuso, pero la ética no rondaba en mi cabeza cuando me ofrecieron el triple de lo que ganaba al mes por aventurarme a narrar un encuentro de box en vivo (era verdad que tres días antes de que ocurriera, pero ¿quién vive en un mundo ideal?). Después de treinta y siete años lo único que me pertenecía era una cama y dos mudas de ropa. No se me propuso matar a alguien; no, cuando mucho, Cordobés me pidió que estirara una verdad posible. Cuando entré a su oficina no me tragó un agujero negro, la habitación estaba iluminada por la luz de la media mañana y nadie en ella confabulaba. Luego de dos días de lluvias torrenciales el cielo se había abierto y la ciudad lucía como un anillo de oro recién lustrado (sacado brillo con baba y contra la manga de un saco, quizá, pero reluciente de todas maneras). Esto es lo que recuerdo de ese día: la ciudad no era solo un dije sino una oportunidad servida. Salté sobre ella antes de que se me escapara. El luego entra en otro orden de cosas. Cuando el director de la estación me llamó a su oficina escribía la última escena del capítulo semanal del radioteatro. No tuve tiempo de terminar la frase porque su secretaria insistió en que a Cordobés no se le hacía esperar. Sin más preámbulos que ofrecerme un asiento y un habano entró de lleno a la razón para llamarme. Me dijo que había pensado en algunas innovaciones para la programación y que yo era el hombre para llevarlas a cabo. —Queremos expandirnos —con eso terminó.

 

Gabriela Alemán.

 

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