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íos fernández  (CARTAGENA)

Escritor, periodista y director de teatro. Estudió lingüística y literatura, y durante varios años hizo parte del Teatro. Estudió de la Universidad de Cartagena. Colaborador de las revistas Soho y Cartel urbano. Autor del libro de cuentos El siguiente, por favor.

 

 

El escritor como espectáculo

(Fragmento)

 

 

Fue al editor español Manuel Borrás a quien le escuché decir en una de sus visitas a Cartagena de Indias (donde había al menos una veintena de escritores, con material bajo el brazo), refiriéndose al complejo oficio editorial, que “Nadie echa de menos a un desconocido”. Esto sucede en la era de la imagen, con la misma certeza que en un callejón oscuro. Si incluso para un editor la imagen del escritor se sobrepone a la obra, qué se puede esperar del grueso de los lectores, que acuden a los libros queriendo saber de antemano quién los escribió y cuántos lo han comprado, buscando la foto en la portada o en la solapa y luego se van a la parte de atrás en busca del ya conocido catálogo de falacias biográficas o de una real galería de miserias, donde esperan hallar toda suerte de sobrevivientes: al alcohol, al hambre, a las bombas, a la pobreza, al exilio, a las drogas, al terrorismo. Es paradójico, pero tanto caras rozagantes como vidas destrozadas obtienen el mismo efecto de ventas (…)

 

Íos Fernández.

 

 

Es cierto que el éxito en las ventas de un libro no garantiza su calidad, pero tampoco es un hecho que esa relación sea proporcionalmente inversa. Hay quienes a priori rechazan cualquier síntoma de espectacularidad para promocionar la obra de un escritor tachándolo como un recurso banal que va en contravía con “el arte verdadero”, olvidando que el hecho de que una obra se pudra en los estantes no constituye ningún mérito. Pero qué importa si un escritor se hace llamar por los altavoces de los aeropuertos, si inventa romances imposibles y penurias, si aparece fumando en las portadas de sus libros o elige desaparecer aunque (claro está) asegurándose de dejar ciertas pistas. Ninguna acción, por estúpida que sea, puede perjudicar la obra de un hombre si ésta es una obra esencial, de calidad. Si no lo es, aunque venda millones de libros o muera desangrado en la más amarga de las miserias, no habrá mucho que la ayude.

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